miércoles, 14 de noviembre de 2018

SOBRE ARRANQUES DE NOVELA

 


SOBRE ARRANQUES DE NOVELA...
 
 

«Era un caballero y tenía un novio búlgaro. Pero ahora me he quedado sin novio y dudo mucho de que siga siendo un caballero. Creo que soy una perdida». Así arranca la novela más accidentada e hilarante de Eduardo Mendicutti,  ‘Los novios búlgaros’. Y es un arranque sincero y desgarrador, pregnante, intrigante, conmovedor; pero sobre todo extraordinariamente compendioso, porque en esas tres sencillas frases Mendicutti ha conseguido resumir toda la novela al completo.
Sobre arranque de novelas se han escrito rivers y rivers de tinta. Y si las primeras frases de un libro ya eran cruciales en tiempos de Cervantes, cuánto más habrán de serlo en estos tiempos de hoy, en que la lucha por conseguir una mínima atención de alguno de nuestros semejantes se ha convertido en una batahola digna de un corral de gallinas ponedoras.
Sobre Cervantes, por cierto, resulta curioso observar como la evolución del idioma nos aleja de esa primera jocosa impresión que pudieron llevarse sus coetáneos al leer el primer párrafo de las aventuras y desventuras de don Alonso Quijano:
“…un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.”
Desde el principio Cervantes deja muy claro a qué tipo de personaje nos enfrentamos, un hidalgo rural situado en lo más bajo del escalafón de la jerarquía nobiliaria. Y por si a sus contemporáneos no les hubiese quedado claro, en la siguiente frase Cervantes se apresura a desgranar el menú semanal que consume su antihéroe. Son platos desconocidos para nosotros, pero para la gente de la época, el primer párrafo del Quijote debía de suponer algo así como mil páginas de risas aseguradas.
Arranques magistrales los hay a puñados, vamos, que tienen para elegir. Yo tengo mis favoritos, y también algunos otros que estimo sobrevalorados. Por lo general se considera un arranque magistral el de Chuck Palaniuk en ‘Asfixia’:
“Si vas a leer esto, no te preocupes. Al cabo de un par de páginas ya no querrás estar aquí. Así que olvídalo. Aléjate. Lárgate mientras sigas entero”.  
El autor intenta recabar la atención del lector conminándole, precisamente, a dejar de seguir leyendo. Pues no sé, chica, habrá quien pique el anzuelo, pero a mí me da un poco de pereza, porque se le ve el plumero a la legua. Si tan poco recomendable es lo que escribes, ¿para qué coño escribes? Falsa modestia, empieza engañando, a mi no me atrapa una mierda.
A mí siempre me gustó como empieza a hablarnos Salinger, porque es honesto:
 “Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no me apetece contarles nada de eso”.
¿Lo ven? Así sí. Déjate de mariconadas y vamos al grano, compadre.
Siempre me resultó enternecedor el arranque que brinda Mary Renault a Bagoas en ‘El muchacho persa’:
“Para que no vayáis a suponer que soy un hijo de nadie, vendido por algún padre campesino en año de sequía, diré que nuestro linaje es muy antiguo aunque tenga que morir conmigo”.
¿Quién nos habla? Un eunuco, un castrado, un capón. Un muchacho pobre y sin familia condenado de por vida al ejercicio de la prostitución. Si de verdad este chico fuese un ‘hijo de alguien’ en la Persia del siglo IV antes de Cristo, hubiera conservado los huevos. Y sí, en efecto, el protagonista comienza su relato engañándonos; pero no por falsa modestia, sino en un intento desesperado por procurarse la dignidad que le han arrebatado. Por eso me enternece.
Y sin salirnos demasiado del quitón y las cráteras de frutas frescas, me viene así a la memoria el arranque más que genial que le dio Robert Graves a su ‘Yo, Claudio’:
 “Yo, Tiberio Claudio Druso Nérón Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-más-allá (porque no pienso molestarlos todavía con todos mis títulos)…”   
Di que sí, Claudio, con todo tu coño, que estamos entre amigas.
Arranques malos, malos, también hailos muchos, muchos. Jamás me olvidaré, por ejemplo, de esta perlita en concreto, juzguen ustedes mismos:
“Piso la moneda como se neutraliza un insecto y la mantengo entre el hombre y la tierra mientras entrego el precio exacto y no sé si justo del pan…”
¿La mantengo entre el hombre y la tierra? ¿A la moneda? ¿En serio? ¿Quién coño te crees que eres, Jesucristo? Además, que hay que ser ruin y cicatero para andar discutiendo el precio de una puñetera barra de pan, vamos, digo yo. ¿Qué quién es? Bah, ¿y a quién le importa? Además, el protagonista, que no es otro que el propio autor, se pasa la novela haciéndose pajas. Por el amor de Dios, que mandriles somos todos, pero le damos a nuestras pajas la importancia justa y necesaria, no hay ninguna necesidad de cortar árboles para contárselo a la gente. En serio, el libro es pésimo.
Y es que para lograr un buen arranque no hace falta ni andarse por las ramas ni pajearse con circunloquios. Llamemos a las cosas por su nombre. Eso es algo que Sabina Urraca tiene muy claro desde el principio en una novela que jamás me cansaré de recomendar, de regalar, de releer… Así arranca ‘Las niñas prodigio’:
“Todo empieza cuando me invitan a ver un parto”.
¡¿Qué te han invitado a ver un parto?! Pero, ¿quién? ¿cúando? ¡¿Pero cómo ha sido eso, muchacha?! ¿Lo ven? Rápido, sencillo y directo al corazón. Te lo compro y sigo leyendo.
Y así para terminar, porque lo poquito agrada y lo mucho cansa y dios me libre a mí de cansar a nadie con mis monsergas, no quiero dejar de ponerles a ustedes en la pista de mi muy querido señor Bayly, el ‘enfant terrible’ de las letras peruanas. Escribe ‘La noche es virgen’ sin una sola mayúscula, y arranca la novela de este modo:
“a mariano lo vi por primera vez en el cielo”
¿En el cielo? ¡Wow! Pues Jaime, cariño, si a tu mariano lo conociste en el cielo, yo también necesito conocerlo. Háblame de tu Mariano, ¡cuéntamelo todo!
Por cierto, que esta novela, Bayly se la dedica a sí mismo, y añade: “aunque no me lo merezco”. ¡Grande tú, Jaime Bayly!
Lo dicho, que me despido. Tengan ustedes felices arranques, y sigan leyendo.
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario